Hace aproximadamente dos años y medio, mientras trabajaba en Ogilvy, fui contactado por Miami Ad School México; me dijeron que tenían una clase que podría interesarme impartir y querían conocerme.
No había problema, pensé. Yo ya había tenido la experiencia de dar clases en una escuela de creatividad. Esa escuela llevaba por nombre “Brother” y era un curso de 3 meses con el objetivo de que las personas que lo tomaran, desarrollaran una carpeta de trabajo o un “book” para aplicar con él a una plaza dentro del departamento creativo en una agencia de publicidad.
Y funcionaba bien. Hoy, varios creativos que conozco y están activos como buenos creativos en sus agencias fueron parte de esas generaciones de creativos graduados de Brother México.
La dinámica de las clases era sencilla, tirar un brief de alguna marca inspiradora para crear una pieza que tuviera el potencial de ganar un festival. Así de claro. Los chicos pensaban y los maestros nos encargábamos de dar feedback, mostrarles referencias y dirigir su pensamiento, entre otras cosas. Fue así como comencé mi andar en el arte de enseñarle a los demás cómo ser creativo.
Y he aquí la pregunta de los 64 mil. Si alguien no sabe por qué se le dice así o de dónde carajo vienen esos 64 mil, avíseme.
La pregunta es: ¿Estaba yo calificado como para enseñarle a las personas cómo ser creativo publicitario?
Tal vez no. Tal vez sí. ¿Cómo saberlo?
Aunque aquí la verdadera pregunta es: ¿Quién sí lo está?
El primer criterio de eliminación, en cualquier industria, sería ser bueno haciendo eso que se supone vas a enseñar. El saber hacer.
Pero, ese criterio me lleva a oficios. A cosas mecánicas, que se hacen con las manos y no con la mente. Como si fuera mecánico, plomero, electricista, etc.
“Si es bueno, puede enseñarle a los demás”.
La creatividad no es un proceso mecánico de pasos a seguir. No se trata sólo de tirar un brief, que los demás piensen y decirles si está bien o no.
Así funcionaba Brother, así funcionan varias escuelas o cursos de creatividad actuales y sin duda así funcionaba la industria cuando yo me inicié en este negoci
Te dicen qué pensar, piensas, presentas y te dicen sí me gusta o no me gusta.
Así son las “juntas de proactividad”, así son las presentaciones con cliente. Todo pareciera indicar que bajo ese criterio, cualquiera podría enseñar creatividad.
Pero desafortunadamente no es así.
Cualquiera puede decirte si una idea es buena o no, pero no cualquiera puede enseñarte cómo pensar una.
Entonces tenemos un pedo. Si el criterio de ser bueno haciendo tu trabajo no es suficiente, ¿qué otro criterio podríamos agregar?
¿Qué tal la preparación?. Suena lógico que una persona que ha leído, entendido, estudiado y experimentado mucho sobre un tema, le muestre a los demás cómo debe hacerse.
Pero, al menos que estudies en Harvard o en Yale, dudo mucho que tus maestros de creatividad tengan un doctorado en el tema. De hecho, les tengo noticias. En los departamentos creativos de las agencias hay personas que ni siquiera estudiaron la universidad.
Recuerdo haber ido a conferencias de grandes creativos de la época en la que yo era estudiante y decían, sin dudarlo: “Yo les recomiendo que se salgan de la escuela y se metan a trabajar”. Decían que esa sería la única forma en la que aprenderíamos.
Y en singulares ocasiones he escuchado decir a muchos creativos, que algunos llaman “de la vieja escuela”, decir que la publicidad es un oficio.
- ¿Un oficio?.
- Sí, eso dicen.
- Culeros.
- ¿Por qué?
- No sé. ¿Debería sentirme ofendido?
- ¿Me estás ofendiendo?
- No.
- … ¿de qué estábamos hablando?
Ah sí, preparación. Así que no. Preparados no.
Ser bueno en el trabajo. No.
Preparados. No.
¿Quién sí está calificado?
Perdón, pero no puedo dejar de pensar en lo de “la vieja escuela”.
¿Cuál es esa vieja escuela? De verdad, ¿había una escuela?. Me encantaría preguntarle a las personas que dicen no ser de esa “vieja escuela” a qué escuela se refieren.
Todo pareciera indicar que el pedo de la creatividad en México es que no se puede aprender porque no hay quién la enseñe. Así que la conclusión es que no hay escuela.
Evidentemente, se refieren a las prácticas laborales de los creativos de una época previa a la suya. Pero, si me apuran. Las prácticas laborales no han cambiado.
Algunas veces pienso que todos somos de “la vieja escuela”. O dicho de una forma menos “ofensiva”, somos tradicionales.
Nos inculcaron que la tradición publicitaria era venerar a los creativos más premiados, a respetar la jerarquía con base en la experiencia y la autoridad.
Según yo esa es la vieja escuela, ¿me equivoco?
¿Será acaso que los creativos de la vieja escuela tienen la vocación de enseñar lo que saben? Lo más probable es que no.
Porque no están calificados. Porque aprendieron mecánicamente. Porque son manos y no cabezas. No es culpa suya.
Suena raro pero, la culpa es del sistema.
Enseñar creatividad, enseñar a alguien a tener una buena idea, posiblemente sea de las tareas más complicadas que hay. Primero debes conocer mucho tu propio pensamiento, para después poder moldear el de los demás.
Juan Pablo Camargo, Director de Planning en DDB México y un muy buen amigo mío dice que la labor del planner es convertir la información en inspiración. (Puede leerlo aquí http://www.miamiadschool.mx/blog/informacion-en-inspiracion-por-juan-pablo-camargo/ )
Y me parece que esa también es la labor de un maestro de creatividad.
Sólo alguien que esté dispuesto a romper con la tradición publicitaria, será el que esté capacitado para enseñarle a las nuevas generaciones.
Porque ellos son la nueva escuela. Nosotros no.
El mejor maestro de creatividad será el que inspire a sus alumnos a pensar. El que no la vea como algo mecánico, sino como un proceso de pensamiento con base en la inspiración.
Y ese es mi fundamento para pensar que sí existe una nueva escuela.
Cuando daba clases en Brother y ahora en Miami Ad School, siempre supe que mi labor no sería enseñarle a los chicos a hacer gráficas de festival, sino inspirarlos a enamorarse de la creatividad y del pensamiento.
Y es así, con esa filosofía, que preparé y preparo mis clases desde hace ya 2 años y medio. Que diseño temarios y no sólo escucho las ideas de los alumnos para ver si me gustan o no. Que leo y me preparo para inspirar a los alumnos a querer aprender.
Tal vez podría haber muchos maestros, pero desafortunadamente para ellos, ya no hay alumnos para la vieja escuela.
Yo fui alumno de la vieja escuela. Por eso tengo muy claro que no es la que se debe enseñar. Porque una nueva escuela empieza por un nuevo pensamiento.
Y los nuevos pensamientos, son y serán siempre, los mejores amigos de la creatividad.